La flor

La flor

Me animé a caminar por la senda de lodo sólo porque la semana pasada Xochitl me pidió que como regalo de cumpleaños le llevara alguna flor silvestre desconocida. Para saber cuál podría ser una de éstas, hice una búsqueda por la red. Pasé mañanas y noches dándole clics interminables al ratón. Por mucho que mi búsqueda se redujera, todo era en vano. Al final del jueves me di cuenta de un error terrible, si algo era desconocido, no debía aparecer en ninguna publicación. Así que después de reconocer este error terrible, me aventuré a caminar por el bosque. Le conté a mis hermanos que iría a buscar una flor desconocida y como era de esperarse me preguntaron que cómo la reconocería si no la conocía. Me quedé pensativo pero a pesar de su observación, decidí continuar con mi búsqueda. No intentaron detenerme porque pensaron que de todos modos lo haría a pesar de sus advertencias. Canica, mi amigo, me dijo que era peligroso y me aconsejó llevar algo como contra para los seres que viven allí, escondidos entre los arbustos y las ramas de los árboles con follaje espeso. Lo ignoré, siendo sincero, porque esas sólo son supersticiones. --No lo tomes a la ligera, insistió Canica. Pero sólo decidí continuar con la búsqueda de algo que no conocía. 

--Supersticiones, pensé para mí mismo conforme me adentraba al espeso bosque. ¿A quién en estos tiempos se le ocurre que puede haber entes alrededor de nosotros? Mi abuela siempre ha dicho que de quienes hay que cuidarse es de los vivos. Los muertos y los fantasmas, sólo quieren socializar. Mi abuela siempre mostraba desprecio por los aparecidos y los fantasmas. Creo que de ella heredé ese aire de valiente para no temer a nada sobrenatural. En fin, lo único que tomé conmigo fueron unas cuantas piezas de pan y una botella de jugo de manzana para ir comiendo por el camino. Estaba convencido de que una búsqueda sin saber qué se está buscando puede tardar mucho tiempo. Podían ser horas largar antes de saber qué era realmente lo que estaba buscando. Y ahí me ven que llevé mi morral atravesado, unas botas de hule que eran de un albañil pero que olvidó en la casa después de terminar la tumba que le pidió construir mi tía cuando se murió su gato negro. Ella también era supersticiosa y decía que ese gato no murió porque estaba viejito como muchos llegaron a argumentar. Para mi tía Celeste, su gatito Chinini había muerto por razones mucho más desconocidas de las que nos pudiésemos imaginar los que vivimos en esa casona vieja donde se vivieron capítulos sangrientos. Por suerte, mi bisabuela todavía vivía y logró convencerme que mi tía estaba loca, que no le hiciera cas y tal como mi abuela, ella no le temía a nada. Fue entonces cuando comprendí de dónde venía ese valor templado. Pero regresando a mi travesía, además de morral con todo su contenido energético que me ayudaría a ir buscando sin pasar hambre y de mis botas de hule a las que no les permearía el agua, llevaba también un machetito viejo que mi padre ocupa cuando tiene que cortar sus cocos. ¡Ah, qué rica es el agua de coco bien fría!, solía comentar mi bisabuelita. A mí no me gusta para nada, dice mi madre que si te tomas el agua de un coco cuando hay luna llena, te salen todos los parásitos de tu estómago. Tal vez sea cierto porque Xochitl un día se tomó uno cuando la luna estaba en esa fase y según me cuenta, en su caca había muchas lombrices. Si ella no le hubiese bajado a la palanca del baño, yo hubiese ido a verlas y agarrarlas para ir a pescar. Pero me lo contó un mes después, cuando ya nada se podía hacer. Xochitl es una muy buena amiga. Ella es muy especial y le prometí que le regalaría lo que me pidiera cuando llegara su cumpleaños. Hace un mes me dijo que su cumpleaños estaba próximo y entonces decidí que era el instante preciso para preguntarle por su regalo. Parecía sencillo, ¿una flor?

--Sí. --dijo ella. Pero no cualquier flor, quiero que me regales una flor desconocida. 

Así es que desde la mañana que salí he ido de arbusto en arbusto tratando de encontrar alguna flor que de plano sea tan desconocida que ella no pueda reconocerla. Recuerdo que cuando era todavía un crío, mi bisabuela me decía que tenía que conocer todo lo que estuviera al alcance de mis ojos y de mis manos porque algún día sería de utilidad. Creo que se refería a situaciones como esta en laque me encuentro buscando una flor desconocida para Xochitl. 

Hace más o menos una semana que no tengo que comer. Tengo sed y mis pies me duelen mucho. No he podido dormir en todo este tiempo porque no quiero perderme de algún espacio donde tal vez se encuentre esa flor que vine a buscar. Caminaré un poco más y si no encuentro nada, tendré que regresar por donde vine. Lo que me parece extraño de todo este tiempo es que aunque no he tenido qué comer, ni qué beber, por lo menos los pies dentro de mis botas siempre están húmedos. Debe ser por el rocío de que se encuentra en todo el follaje contra el que rozo mi cuerpo. No me detendré por un buen momento. Seguiré mi camino.

Debo detenerme. No puedo más, siento que me comienzo a deshidratar. No hay agua, no hay comida y no hay flor. Me acostaré, el cansancio es verdaderamente insoportable.

-Mamá ¿y esta flor?

-No lo sé hija, apareció esta mañana en la puerta. Se ven chistosa. Pareciera que es una persona.

-Tienes razón. Es extraña, pero verdaderamente hermosa.


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