Hágalo usted mismo
Hágalo usted mismo
Usted debe de estarse preguntando "¿qué hago ahora?" Se encuentra en el sillón de su casa, bajo una lámpara fluorescente que le causa menos calor que los antiguos focos de 100 watts que de igual modo, le llenaban la sala de mosquitos zumbadores y otros insectos diminutos que giraban en torno a la bombilla. Entonces piensa que lo que hay en el televisor es lo mismo que le repiten todos los días con la intención de que se vuelva usted un consumista. Cambia de un canal a otro pero todo es lo mismo. Por eso ha apagado el televisor y se encuentra haciéndose esa pregunta que no puede salir de su cabeza "¿qué hago?"
Usted se levanta del floreado sillón cómodo que ha elegido su esposa y se estira un poco para desentumirse, como dicen los abuelitos. De uno de sus muebles en la sala, toma la pequeña mochila, desliza el cierre con cierta rapidez y desenfunda su tableta electrónica para conectarse a una realidad virtual parecida a la de la televisión. Después de acceder a su puerto de conexión, visita diferentes sitios que lo llevan de una página a otra cada vez que picha, intencional o inintencionalmente, alguno de los enlaces que aparecen con colores brillantes y cada vez más imposibles de evadir. La mecánica de estos sitios es casi la misma pues intentan lavarle el cerebro haciéndolo sentir terriblemente estancado y obsoleto. Por accidente ha pinchado un enlace que dice "hágalo usted mismo".
Pero usted no tiene ningún interés en leer las instrucciones que le presentan. Se aburre y decide dejar la conexión por completo. Deja el dispositivo electrónico en el mismo lugar donde lo tomó y ahora camina en dirección a la cocina. Abre su enfriador y destapa la cerveza de la marca más popular y cuya elección decidió gracias a los comerciales insistentes de la televisión. Bebe un trago y uno más hasta que desaparece por completo pero en su cabeza sigue rondando esa pregunta: "¿qué hago?"
Ha dejado ese lugar y ahora se pregunta "¿para dónde voy?"
No hay más, la cama es la mejor opción. Su esposa lo espera ya metida entre las sábanas y el colchón y mira algún programa en la televisión que por consenso mutuo decidieron instalar ahí. Usted se acuesta a su lado y esa pregunta sigue rondando su cabeza: "¿qué hago?" De la nada, aparece aquella frase que encontró en el enlace de uno de los sitios de la web y piensa: "hágalo usted mismo". Así que toma el control, apaga la luz y la televisión y con voz dulce le habla a su mujer.
Su mujer lo mira con coraje justificado pero usted se vale de sus mañas para arreglarlo y usando sus atributos retóricos comienza a hablarle de amor. Toma usted sus manos y las acaricia lo más suave que puede; luego se desliza por sus brazos y toca su cuello. Desciende nuevamente y continua con la misma delicadeza con la que empezó. Las palabras se combinan con las caricias hasta que ya la ha suavizado. Entonces la mira a los ojos y lleva su mano derecha (o la izquierda si usted es zurdo) hasta su cabello y enreda sus dedos en éste. Con un movimiento suave se acerca hasta tocar sus labios y comienza a besarla despacio, suave, conteniendo su respiración mientras ha tomado su cara con las dos manos y le proporciona esa ternura que pocas veces ha usado. La suelta por un momento para comenzar a recorrer su cuerpo. Delinea sus curvas como el primer día que estuvo sólo con ella y sus cuerpos ardían con ansiedad de unirse y convertirse en uno. Siente un leve cambio en aquella cintura marcada ahora llenita con algo de grasa pero usted sigue su camino hasta llegar a tocar los costados de sus piernas y continúa hasta donde sus manos llegan a bajar. Sus pechos se tocan pero no sienten el calor por la incómoda ropa que llevan los dos. La ve fijamente y de la nada, desde el centro de su corazón un "mi vida, que hermosa estás" sale de su boca. La hace sonrojarse por lo poco que se lo ha dicho últimamente y sienten de nuevo ese cosquilleo que es un alboroto en sus estómagos. La abraza fuertemente hasta sentir que no la dejará; entretanto, tiene la necesidad de tocar su piel nuevamente y la recorre de arriba a abajo. Cuando ha recorrido cada uno de los rincones de su lienzo piel, desprende de ella su ropaje y se desprende del suyo también. Entonces sienten aquel calor que hasta hace unos minutos habían casi olvidado. La acaricia y lo acaricia en el origen de sus pasiones hasta que se elevan sus deseos y entonces comienza la danza nocturna y el intercambio placentero que repiten una y otra vez después de cierto tiempo. Al terminar, de todo lo que sucedía anteriormente nada queda. Sólo una frase permanece: "hágalo usted mismo".
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