Otro día para vivir

Otro día para vivir

Llegué puntual al establecimiento donde Rocío se encontraba trabajando, creo que ese es su nombre porque Celia siempre le dice Chio. Casualmente Celia no estaba ese día y no estoy muy seguro pero creo que ella siempre llega después de las once de la mañana. La última vez que la vi estábamos todos esperando que se diera el resultado del cónclave en Roma. Tuvimos que esperar mucho tiempo antes de que esto sucediera y todavía más por el hecho de que ese día había un grupo de electricistas haciendo reparaciones a las instalaciones eléctricas de la plaza completa. Yo tenía mucha prisa aquel día porque había prometido regresar pronto a casa y tener una plática inconclusa vía mensajería instantánea; por poco no termino aquella plática inconclusa, pero llegué justo cuando mi interlocutora estaba por cerrar su cuenta de correo. Esa fue la última vez que vi a Celia y recuerdo bien que eran más o menos las 12 del día. 

No la encontré en mi última visita porque en realidad eran las nueve de la mañana por eso supongo que ella llega después de las once. La verdad es que Rocío no me cae nada bien, por eso, esta ocasión ni siquiera me puse a leer porque me da miedo ver su cara de enojo, siento como si me estuviera observando para señalar que me he equivocado en algo, entonces decidí salir del establecimiento a caminar al interior de la plaza; ahí descubrí otros establecimientos que incluso ahora visito pero que espero no hacer muy seguido porque entonces perderé mi hábito de leer. Una vez que terminé de recorrer la plaza regresé, tome mis pertenencias y dejé el lugar muy rápido porque debía hacer un pago en el banco. Regresé a casa, hice lo que debía; posteriormente navegué un rato en la red y al abrir mi buzón de correo electrónico encontré un mensaje. Mis ojos leían línea a línea el mensaje completo, entonces, comencé a tener una lluvia de sensaciones y emociones que llevaba en la cabeza después de salir de casa. Llevaba en mente muchas ideas que fluían como agua de un manantial. A lo lejos, escuché una voz que interrumpió esos pensamientos; me pareció extraño que escuchara mi nombre sabiendo que yo era como una gota de agua más en el inmenso mar de gente entre el que estaba caminando, pero ese llamado se repitió una vez más; luego no sólo fueron voces sino imágenes que en un microsegundo me sobresaltaron y dejaron en un estado de obnubilación repentina hasta que logré reconocer las voces y las caras. Al encontrarme con todas las personas a las que había conocido hacía algún tiempo, olvidé todo lo que había planeado horas antes mientras drenaba, secaba y tendía. Me fui con ellos, caminaba a su lado y platicaba con ellos por momentos porque quería platicar con todos pero era difícil por la prisa que llevaban. A pesar de ello, logré estar con la mayoría de ellos y aquel día lograron llenar de regocijo mi triste deambular. Aunque muchos días antes había pensado que las cosas iban mal y que no había mucho por lo que se pudiera vivir, después de verlos y de convivir casi todo un día, me di cuenta de que el mañana era otro día para vivir.

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