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Ascenso

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Ascenso Despierto. Desconozco la hora. Al parecer comenzó a llover hace muy poco tiempo. Volteo a la izquierda y a la derecha para notar que al lado están todos. Ellos siguen durmiendo. Levanto la vista al cielo. Al hacerlo, la llovizna hace que parpadee y cierre rápidamente mis ojos. El agua de lluvia está fría. Todos empiezan a despertar y se sorprenden por la lluvia. No sabemos la hora, ninguno. Deben de ser tal vez las seis. La lluvia comienza a ser más intensa. Todos nos levantamos y comenzamos a guardar las bolsas para dormir. Estamos al aire libre y buscamos guarecernos pero no hay lugar que nos pueda cubrir de esta lluvia. Comenzamos a movernos más rápido. Todos queremos huir. Buscamos los impermeables entre las mochilas y tratamos de refugiarnos bajo unos árboles pero poco podemos cubrirnos. Aguardamos. Seguimos esperando que la lluvia disminuya para poder avanzar. Debían de ser las seis cuando nos despertamos todos, a juzgar por la claridad de la mañana, deb

Borrachera

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Borrachera Primero sonó el poc poc de las botellas al abrirse y le siguió el din din de las corcholatas al golpear el concreto. Salud. Salud. Salud. Salud. Salud. Salud. Salud. Salud. Ocho brazos alzados sosteniendo una botella, y un vapor casi invisible ascendía mientras todos regresábamos nuestro brazo para beber de la oscura botella. Un golpe diferido se escuchó sobre nuestra mesa y comenzamos a charlar. Saciábamos nuestra sed con la amarga combinación helada que llegaba a raspar mi garganta. Permanecí callado, viendo sudar de frío a mi botella; las gotas deslizándose, deteniéndose e invitándome a fijar mi mirada en ellas. Trago a trago terminé mi primera cerveza. Pasaron cinco rondas, luego la sexta, y la séptima fue por mi cuenta. Estuve a punto de la incontinencia pero reaccioné a tiempo. Antes de que la octava ronda fuera servida, regresaba un poco tambaleante y veía el suelo un poco alejado de mí. — ¿Qué dicen? No, yo ya me voy. El techo se está descascar

Tres días para ver

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Tres días para ver de Hellen Keller Los derechos del texto original en inglés corresponden a The Atlantic Monthly. January 1933; Three Days to See; Volume 151, No. 1; pages 35-42 Traducción al español de Rolando Blas Sánchez I Todos hemos leído historias emocionantes en las que el héroe tenía un tiempo específico y limitado para vivir. A veces era todo un año; a veces tan solo unas veinticuatro horas. Pero siempre nos interesaba descubrir cómo decidía pasar sus últimos días u horas ese hombre condenado a morir. Hablo, por supuesto, de hombres libres que pueden elegir, no de criminales condenados cuyas actividades están estrictamente delimitadas. Ese tipo de historias nos hacen pensar o preguntarnos qué haríamos en circunstancias similares. ¿Qué eventos, qué experiencias, qué asociaciones vendrían a nuestra mente en esas últimas horas como mortales? ¿Qué momentos felices encontraríamos al revisar nuestro pasado, qué lamentaciones?  Algunas veces he pensado